Sencillo AMOR
Entre las criaturas hay un sentimiento de familiaridad y de afecto que nos une.
¿De dónde proviene ese impulso para cuidar el uno del otro?
Desde una visión científica, Paul McLean, neurocientífico norteamericano, identificó ese sentimiento en el cerebro límbico, en su teoría evolutiva del cerebro triúnico, que propone que el cerebro humano es en realidad tres cerebros en uno:
El cerebro reptiliano, cuya función esencial es garantizar la supervivencia, acciones como alimentarse, huir, defenderse, reproducirse etc… Es lo primero pues si no hay vida no hay posible evolución.
El cerebro límbico, que está involucrado en las emociones. Un avance evolutivo, pues una vez garantizada la vida surge en los seres vivos la necesidad de interrelacionarse, de llevarse bien con los otros miembros de la especie o con las otras especies, y de procurar el bienestar para todos. Y así surgen los sentimientos de apoyo, colaboración, compasión, empatía y la práctica de juegos, caricias, cuidados etc… todo ello muestra del afecto entre criaturas.
Y finalmente el Neo Cortex, el centro del pensamiento. Una vez que hemos experimentado ese conocimiento de empatía y constatamos el bienestar, esta parte del cerebro inspira pautas de comportamiento que aseguran su preservación configurando códigos de conducta manifestados en leyes, pactos o acuerdos.
El encuentro con el nuevo sentimiento, con la empatía, marcó a la Humanidad de manera trascendental.
Quizás aquel gran descubrimiento ocurrió así…
Imagina el momento, perdido en el tiempo, cuando, quizás un homínido, probablemente una hembra, de manera repentina, mientras mantenía a su cría en brazos para darle calor, descubrió por primera vez el sentimiento que hay detrás de una caricia o la ternura de una mirada. A partir de ese instante todo cambio pues pasó de ser cuidadora y ocuparse únicamente de la supervivencia, a tener la capacidad de relacionarse, de experimentar emociones e incluso jugar con los otros. Un gran salto evolutivo a partir del cual las criaturas podían interactuar, hacerse uno con el otro, compartir sus sentimientos y emociones y generar respuestas de solidaridad para procurar el bienestar del otro.
Aquello que ocurrió abrió la puerta al sentimiento de compasión pura (sentir con el otro o al otro como yo) mucho más que solidaridad: empatía, interés por el otro como algo propio, ayuda para que sea lo que es o ha de ser.
Ese sentimiento sigue vivo en nosotros. Todos los seres vivos de la Tierra, especialmente los vertebrados, compartimos y manifestamos esos mismos sentimientos capaces de emocionarnos cuando los vemos proyectados en los demás en nuestra vida cotidiana.
De eso va ésta sección de Oikosfera en la que seleccionamos manifestaciones de ese impulso de cuidar los unos de los otros.
En realidad es lo mismo pues cada uno de ellos encuentra en el otro lo que necesita; el bebé el alimento y la vaca la manifestación del instinto maternal y su condición de “Fuente de Vida”.
Como en una familia… ¡compartimos emociones!