Águeda Artigas
(madre a tiempo completo)
Comencé a trabajar en una Guardería Infantil al tiempo que iniciaba los estudios en Psicología. Yo quería ser Psicóloga -o eso creía yo- pero he terminado siendo “madre”, que es una cualidad de lo humano que trasciende, incluso, la actividad o función que se realice y aún si ésta es la de “madre biológica”; pues nace de la conexión entre el alma del adulto (sea éste Psicólogo o madre biológica) y la “Infancia”, que no es una época de la vida, sino un estado del ALMA VIVIENTE, que prevalece por siempre en todo ser humano como un potencial de amor inextinguible.
Así lo he ido comprendiendo con el paso del tiempo y mi profesión. Me hice Psicóloga, con consulta terapéutica durante años; me casé, he tenido tres hijas… Pero descubro en mí que, en todo momento y a modo de denominador común de todo cuanto he vivido y vivo, subyace un sentimiento maternal que me hace ver en cada persona de cualquier edad, incluso a mis pacientes de consulta psicológica, a ese niño/a eterno e invisible, pero que nunca deja de ser; ese potencial de vida inocente y confiado que promete un nuevo ser humano y un nuevo mundo. Y me siento madre, llamada a cuidarlo y protegerlo.
Qué os voy a decir…, pues sé que ese instinto arquetípico está presente en todas nosotras. Y también en los varones, aunque ellos lo disimulan más.
Escribo estas líneas tras haber leído el informe de Unicef publicado en otra sección de OIKOSFERA sobre la infancia en España y en el mundo…, y me he echado a llorar…! Literalmente, porque me duele.
Me duele, sí. Porque ese colectivo al que se refiere el informe, esa “infancia”, no es solo un número de personas –lo cual ya es suficientemente doloroso y trágico- sino un valor, un potencial de renovación humana, una semilla y una esperanza…, cruelmente amenazado en el presente y sin el cual, ¿qué futuro nos aguarda?
Es mucho lo que está en juego en nuestros días, y todo se puede quedar en palabras o en ensoñaciones idílicas, si no afrontamos el presente inmediato con los ojos abiertos, la mano tendida y el corazón de madre: compasivo y conciliador.
¿Era este el sentimiento que inspiró aquellas palabras de Jesús en relación a los niños con las que titulo mi reflexión? Así lo entiendo. Y una se siente pequeña, casi insignificante ante la magnitud de la tarea que afecta al mundo y a la humanidad. Pero algo tengo claro: seguiré siendo “madre a tiempo completo” ante la vida, empezando por quienes tengo cerca.
Quizá si cada uno lo hiciese así a otro, al de al lado… Si cada uno fuésemos “madre” para alguien, el mundo cambiaría.
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