La voz de la naturaleza

Estos animales marinos tienen unas pequeñas protuberancias en sus aletas pectorales que dieron a los investigadores la idea de aplicarlas al diseño de palas de máquinas rotativas, como es el caso de los aerogeneradores. Esta innovación, inspirada directamente en las ballenas jorobadas, podría permitir a los aerogeneradores ganar un 20% de eficiencia con vientos ligeros.

La biomímesis es una palabra definida como un proceso de innovación e ingeniería

Los fabricantes de aerogeneradores ya se inspiraron en la naturaleza para hacer peines de dientes de sierra, fijados en los bordes de salida de las palas. Se diseñaron para reducir el ruido aerodinámico y se inspiraron en las alas de las aves rapaces nocturnas, que vuelan de forma casi inaudible. En el caso de las ballenas jorobadas, fueron los investigadores de la Universidad de Harvard los que idearon un diseño innovador inspirado en esto, pero siempre para los aerogeneradores.


Científicos de Suiza, Alemania y Francia han estudiado el funcionamiento de los ojos de los insectos a fin de diseñar y fabricar los primeros ojos compuestos artificiales de superficie curvada en miniatura plenamente funcionales. Esta innovación presenta un elevado potencial industrial en los campos de la robótica móvil, la confección inteligente y las aplicaciones médicas.

Científicos europeos han estudiado los ojos de los insectos a fin de crear los primeros ojos compuestos artificiales de superficie curva plenamente funcionales.

Según han explicado los expertos, en el futuro, el ojo compuesto artificial podría utilizarse en ámbitos en los que resulta primordial detectar el movimiento panorámico. Así, por ejemplo, se podría colocar un ojo compuesto artificial flexible alrededor de los automóviles con miras a una detección eficaz de obstáculos. Por ejemplo, durante las maniobras de estacionamiento, en la orientación automatizada de vehículos o para la detección de vehículos o peatones que se acercan demasiado.


La Organización Meteorológica Mundial acaba de presentar sus previsiones sobre la evolución de las temperaturas del planeta para el período 2023-2027 advirtiendo sobre un reforzamiento del calentamiento global en todo el mundo, que “nos alejará cada vez más del clima al que estamos acostumbrados”.

Los próximos cinco años van a ser los más cálidos jamás registrados…

Según dichas previsiones hay un 66 % de probabilidades de que en este período la temperatura media mundial anual supere en más de 1,5 °C los niveles preindustriales y un 98 % de probabilidades de que al menos uno de los próximos cinco años, así como el lustro en su conjunto, sean los más cálidos jamás registrados.


El calentamiento en la superficie ha sido rápido, ha sido demasiado amplio y se ha mantenido excesivo tiempo. Sin un fenómeno natural que lo explique por sí mismo, expertos debaten si está aflorando la energía acumulada que se mantenía oculta.

En el océano, lo que a primera vista parece un pequeño cambio –apenas décimas– puede producir una cascada de consecuencias.

No se conocen precedentes a lo que está ocurriendo este año en la superficie marina y tampoco hay una explicación científica clara. Del 1 al 5 de marzo, la temperatura media del océano alcanzó su máximo desde que hay datos satelitales. Luego, durante estos últimos dos meses, el registro se ha mantenido en niveles inéditos para las mismas fechas. En resumen, el calentamiento ha sido rápido, ha sido demasiado amplio y se está manteniendo durante demasiado tiempo. No hay un fenómeno natural que lo explique por completo y los estudios climáticos tampoco preveían este comportamiento a estas alturas de siglo. ¿Es una combinación de factores? ¿El océano ha comenzado a aflorar el verdadero nivel calorífico de sus profundidades? La situación «es extraordinariamente inusual y no sabemos todavía por qué está ocurriendo», dice Raquel Somavilla, investigadora del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC).se produjo hace 167 años.


La famosa serie de datos, obtenida en el observatorio de Mauna Loa, en Hawái, sigue cumplimentándose a diario desde 1958 y demuestra la vinculación entre el aumento de CO₂ y el calentamiento global.

La primera científica en predecir que el aumento de las concentraciones de CO₂ en las capas altas de la atmosfera podía dar lugar a un recalentamiento del clima de la Tierra fue la climatóloga estadounidense Eunice Newton Foote, quien en 1856 expuso su teoría, basada en una serie de experimentos caseros, ante la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia. Su conclusión final fue que «un aumento de las concentraciones de CO₂ en las capas altas de atmosfera podría provocar su recalentamiento».

La famosa serie de datos, obtenida en el observatorio de Mauna Loa, en Hawái, sigue cumplimentándose a diario desde 1958.

Aunque a decir verdad, no fue ella misma quien defendió sus conclusiones, sino que tuvo que hacerlo a través de un colega varón, ya que en aquel tiempo en Estados Unidos las mujeres de ciencia no podían exponer el resultado de sus trabajos. En todo caso, el aviso de Foote se produjo hace 167 años.


España alberga el 54% de las especies que habitan en Europa y cerca del 5% de las descritas en todo el mundo. Un alto patrimonio natural que debemos custodiar de forma responsable.

En nuestro país, los que llevamos unas cuantas décadas saliendo al campo para disfrutar de la vida al aire libre y ejercer de naturalistas aficionados solemos caer en la desconfianza al valorar el estado de conservación de nuestro patrimonio natural. Aunque tengamos motivos para ser optimistas, seguimos instalados en el sí pero. Y no nos faltan razones para ello. Hubo un tiempo, allá por los años ochenta, en el que parecía que todo se venía abajo.

Tanto el lince ibérico como el oso pardo, el águila imperial y el quebrantahuesos han logrado aumentar tanto sus poblaciones como su área de distribución.

El uso indiscriminado del veneno en el campo, especialmente de la letal estricnina, estaba amenazando a toda la cadena trófica. La mixomatosis había puesto al conejo de monte (el kril del bosque mediterráneo) contra las cuerdas y las poblaciones de grandes carnívoros estaban bajo mínimos, como las de rapaces y aves acuáticas.


Las bombillas LED juegan un papel fundamental hoy en día. Reducen tanto el consumo de electricidad como las emisiones que generamos en la atmósfera utilizando dicha energía.

Se trata de una tecnología en continuo desarrollo. El objetivo principal se centra en seguir aumentando la eficiencia de este tipo de bombillas, y uno de los puntos a tratar es cómo mejorar lo que se conoce como “eficiencia de extracción de luz”, es decir, cómo sacar la luz de los LEDs de forma más eficaz. Y es justo aquí donde entran en juego las luciérnagas.

Las bombillas LED juegan un papel fundamental hoy en día. 

La relación entre estos insectos y las bombillas LED no es nueva. En 2016, un grupo de investigadores coreanos fabricaron LEDs basados en la forma en que las luciérnagas consiguen su luz, ese brillo verde tan característico.

Sabemos que la luz de las luciérnagas es provocada por la reacción de oxidación de una sustancia llamada luciferina. Pero desconocíamos hasta ahora cómo consiguen estos animales optimizar la cantidad de luz que emiten.

Al igual que las luciérnagas, las bombillas LED se enfrentan a la dificultad de liberar la luz sin que esta se pierda, reflejándose hacia atrás.


Se han aferrado al plástico y, ahora, decenas de especies costeras viven y se reproducen en mitad del océano, en la gran isla de basura del Pacífico que flota entre Hawái y California. Hay anémonas de mar, ostras japonesas, mejillones, camarones, hidrozoos con forma de pluma… Un descubrimiento que, según los autores del estudio publicado en ‘Nature Ecology & Evolution’, podría indicar la existencia de un nuevo tipo de ecosistema marino, con especies que antes eran incapaces de sobrevivir en mar abierto.

Un estudio apunta a que los desechos plásticos que flotan en el mar han creado un nuevo espacio en el que las especies pueden sobrevivir y reproducirse. 

El equipo liderado por Linsey Haram, del Centro de Investigación Ambiental Smithsonian, recolectó 105 artículos de desechos plásticos flotantes de la isla de basura del Pacífico Norte Oriental entre noviembre de 2018 y enero de 2019. Encontraron evidencias de especies costeras vivas en el 70,5% de los desechos analizados.


Nuevas simulaciones basadas parcialmente en las emisiones de carbono reflejan que el punto de no retorno en el deshielo de la inmensa capa de hielo de Groenlandia no está lejos en el tiempo.

La capa de hielo de Groenlandia cubre 1,7 millones de kilómetros cuadrados en el Ártico. Si se derrite por completo, el nivel global del mar subiría unos 7 metros, pero los científicos no están seguros de con qué rapidez podría derretirse la capa de hielo.

La capa de hielo de Groenlandia ya se está derritiendo; entre 2003 y 2016, perdió alrededor de 255 gigatoneladas (miles de millones de toneladas) de hielo cada año

El modelado de puntos de inflexión, que son umbrales críticos en los que el comportamiento de un sistema cambia de manera irreversible, ayuda a los investigadores a descubrir cuándo podría ocurrir ese derretimiento.


La naturaleza es un compendio de miles de millones de años de sabiduría acumulada. ¿La lección primordial? «Nada se desperdicia. Todo contribuye a un flujo incesante. Los recursos se optimizan al máximo y no existe eso que los humanos llamamos residuos».

Mucho ha llovido desde que Janine Benyus acuñara hace 20 años el concepto de «biomímesis». La tecnología lleva en realidad siglos imitando a la naturaleza, desde los diseños de Leonardo al sueño alado de los hermanos Wright. «Pero por alguna razón, la ciencia ha puesto siempre el énfasis en dominar la naturaleza en vez de aprender de ella», recalca Benyus.

Células solares que aspiran a emular la fotosíntesis de las hojas o paneles de aislamiento que reproducen el hexágono de las colmenas. 

La última vuelta de tuerca en ese afán por «dominar» la naturaleza es en su opinión la «biotecnología»… «En contraste, la ‘biomímesis’ propone en un primer nivel imitar la forma, en un segundo nivel replicar el proceso natural y en tercera instancia recrear el funcionamiento de un ecosistema».