Juan Enrique Gómez
Periodista – Waste Magazine
El cambio climático pasa a ser cambio global, la alteración del clima y los ecosistemas por el efecto del hombre
La humanidad tiene la obligación de preservar la integridad del territorio en el que vive, ya que sin un equilibrio ecosistémico en todos los sentidos (de la naturaleza al hombre y del hombre a la naturaleza), no existirá viabilidad para la especie.
La crisis energética en la que estamos inmersos puede ser el detonante para que la actitud de la humanidad cambie y pongamos las bases de una mayor comunión con las necesidades del planeta.
Vivimos en el Cuaternario. No, no se extrañe, no hemos retrocedido al inicio de los tiempos. Los geólogos consideran que esta era geológica, la cuarta de las edades de la Tierra, empezó hace casi dos millones de años sin que aún haya terminado, así que somos hijos del Cuaternario y, dentro de esa denominación genérica, del periodo llamado Holoceno, una última nomenclatura que está a punto de ser reemplazada por otra: Antropoceno, que se ajusta más a la realidad de un periodo caracterizado por la presencia del hombre y su influencia sobre el territorio.
Está claro que con la edad del planeta, 4.500 millones de años, se puede considerar una nimiedad los poco más de cuatro millones desde la presencia de homínidos y 2,6 de la aparición del Homo sapiens, la especie que, en el último milenio, ha acelerado el ritmo de los tiempos geológicos e impulsado cambios muy significativos para la que podría considerarse la evolución geonatural de los ecosistemas. En los últimos tres siglos la Tierra ha experimentado algunos de los mayores cambios desde la separación de los continentes, e incluso una glaciación entre los siglos XIV y XIX, conocida como la Pequeña Edad de Hielo, con su máximo entre 1750 y 1800, debida a alteraciones climáticas ayudadas por talas masivas de bosques en el norte y centro de Europa, es evidente que en un análisis sobre la salud del planeta, no podemos obviar el efecto de la presencia del hombre y su rápida evolución, por lo que cerrar el Holoceno para abrir el Antropoceno no es más que reconocer la evidencia.
De cambio climático a global
Desde hace dos décadas, los científicos advierten de alteraciones en el clima y su evolución, con datos que muestran una progresión que no anuncia buenos augurios para el futuro de la humanidad. Es lo que conocemos como cambio climático, un concepto que ha pasado de los laboratorios y foros científicos al mundo de la política, la polémica e incluso las ideologías. Pero mientras el ciudadano y los gobiernos se plantean todo tipo de medidas para paliar los efectos de las alteraciones climáticas, con grandes conferencias internacionales que solo aplazan el momento de tomar decisiones reales, la situación de la Tierra y sus ecosistemas obligan a ampliar el concepto y los científicos dejan a un lado la expresión cambio climático para hablar de cambio global.
La clave de esta modificación no es más que la necesidad de incluir al hombre en la ecuación. El cambio global es el conjunto de modificaciones y transformaciones, a gran escala, producto de las actividades antropogénicas que afectan a nuestro planeta. Hay que reconocer que aunque las variaciones en el clima son una constante en la evolución de la Tierra, desde el inicio de la Revolución Industrial en la segunda mitad del siglo XVIII hasta la actualidad, la frecuencia y rapidez de las modificaciones climáticas no tiene comparación en la evolución geológica anterior a la presencia del hombre.
Reconocer el efecto del hombre sobre el medio biofísico, es decir, atmósfera, océanos, agua, suelo, biodiversidad y sus ecosistemas, entre otros, es la base para reconducir un futuro que, por el momento, no es esperanzador. La humanidad tiene la obligación de preservar la integridad del territorio en el que vive, ya que sin un equilibrio ecosistémico en todos los sentidos (de la naturaleza al hombre y del hombre a la naturaleza), no existirá viabilidad para la especie.
El crecimiento de la población mundial ha sido exponencial en los últimos dos siglos, lo que ha incrementado considerablemente las demandas por recursos que ejercemos sobre el planeta, lo que implica mayor uso de suelos, alteración y desaparición de espacios naturales, modificación de territorios, generación y consumo de energía y, en consecuencia, aumento de emisiones y vertidos contaminantes. Todo ello crea desequilibrios en los ciclos y ritmos naturales de elementos tan fundamentales para la vida como el oxígeno o el agua, e incrementa los niveles de carbono, el ozono o las radiaciones solares, hasta cotas peligrosas para la salud y es causa clave para las alteraciones del clima.
Efecto invernadero
El cambio global es uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta la humanidad en toda su existencia. La actividad antropogénica ha generado, fundamentalmente por el uso generalizado de los combustibles fósiles, la emisión constante de gases de efecto invernadero, que incrementan la capa que absorbe la radiación infrarroja del sol, lo que produce una subida de la temperatura en la atmósfera y más calor en la superficie terrestre. Los gases de efecto invernadero de generación natural son los encargados de mantener el calor de la Tierra en temperaturas de alrededor de 15 grados de media, pero cuando esos gases se incrementan de forma artificial, la temperatura asciende a niveles no sostenibles, lo que genera alteraciones en el clima, entre ellas el deshielo de los polos, con un alza generalizada del nivel mar, la acidificación del océano y el desequilibrio generalizado de los ciclos meteorológicos, con mayores periodos de sequía, menos lluvias y más torrenciales, menos nieve y, por tanto, menos agua, lo que produce, a su vez, migración y extinción de fauna y flora y, por todo ello, reducción de los beneficios ecosistémicos que la naturaleza siempre ha aportado al hombre. El clima, por ejemplo, cambia la productividad de los cultivos y frecuencia de cosechas, con todo lo que ello afecta al equilibrio existencial de las poblaciones humanas.
La sexta extinción
El paleontólogo Richard Leakey, señalaba al hombre como el protagonista de la sexta extinción, pero aún estamos a tiempo de romper las predicciones de éste y otros científicos y revertir una situación a la que parece que estamos abocados sin remedio. La crisis energética en la que estamos inmersos puede ser el detonante para que la actitud de la humanidad cambie y pongamos las bases de una mayor comunión con las necesidades del planeta. El mayor uso de las energías renovables, el autoconsumo y la investigación sobre nuevas fuentes de energía, unido a un compromiso global sobre el uso responsable de nuestros recursos, que vaya desde los hábitos personales a las decisiones geopolíticas, son las únicas vías posibles para reencontrar el equilibrio entre las necesidades de la humanidad y las del planeta en el que vivimos.
Hagamos posible que el Antropoceno haga honor a su definición y sea el hombre quien salve la Tierra tal y como la conocemos, porque sin ella, la humanidad será solo un registro estratigráfico más en la evolución geológica del planeta.