Tendemos a vivir desconectados de nuestra esencia y del entorno que nos rodea. Según las tradiciones orientales, vivimos en Maya, una realidad deformada que Valle Inclán llamó el esperpento y que la modernidad denomina Matrix. Nuestra mente pasa por estados de confusión y de dispersión en estos tiempos cargados de estímulos digitales que nos sacan del aquí y el ahora, para llevarnos a universos paralelos. Cada vez, se hace más difícil tener la mente enfocada y poder ver lo que acontece.
La mirada ecosófica propone percibir y aprender de la sabiduría de la naturaleza. Guardar silencio y escuchar.
La meditación es una herramienta muy valiosa para entrar en una percepción más sosegada de lo que somos en cada instante. Desde ella, vamos hacia dentro, como nos enseñó el Buda, para reconocernos en nuestra naturaleza esencial, con sus luces y sus sombras. Pero meditar no es sólo eso, sino conectar el interior con el exterior y viceversa. Como planteaba la tradición hermética, el macrocosmos y el microcosmos se tocan. Cuando uno medita, deshace las barreras y las limitaciones que el ego construye, para fundirse con el campo que le rodea.
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