El campo está alzado en todo el continente, la Industria pide también una «pausa legislativa» para mantener la competitividad y las aspiraciones de la transición verde están en su momento más delicado a cuatro meses de las próximas elecciones europeas, pero Bruselas mantiene el tipo y redobla su apuesta entre un mar de críticas. La Comisión Europea ha propuesto este martes que los Veintisiete acepten reducir un 90% sus emisiones, respecto a los niveles de 1990, en el año 2040, un paso que consideran indispensable si de verdad se quiere llegar con margen suficiente al gran objetivo del siglo: la neutralidad climática en 2050.
La propuesta legislativa llegará en la próxima legislatura, pero quiere implicar a diputados y gobiernos nacionales en la lucha contra la descarbonización y la dependencia de fósiles.
Lo explicó perfectamente hace unos años el entonces presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker cuando dijo: «Los líderes europeos sabemos perfectamente lo que hay que hacer, lo que no sabemos es cómo ser reelegidos después de hacerlo». Las instituciones y sus líderes saben que la transición verde es un pilar básico, que lo ha sido estos cinco años y que tiene que serlo los próximos cinco. Saben que la descarbonización es un camino sin retorno, que la dependencia de los combustibles fósiles es una cadena más que peligrosa y que la apuesta de futuro hay que mantenerla. Pero también son conscientes de la ola que se está generando, de la animadversión de millones de personas, de los discursos populistas y simplones que van calando. Y de que las políticas lanzadas desde la capital comunitaria están teniendo efectos enormes, y en muchos casos devastadores, en numerosos sectores. Y que si se mantiene el ritmo, o no cambia la percepción, el objetivo entero puede descarrilar.
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