La unión en lo esencial es la fuerza de la Humanidad
Al comienzo de un curso nuevo es inevitable preguntar a qué desafíos tendremos que enfrentarnos y cómo podremos hacerlo, sobre todo cuando las perspectivas no son halagüeñas, como es el caso. La inflación, el aumento del paro, la persistencia de la pobreza y el hambre en el mundo, la guerra de Ucrania, provocada por Putin, o la crisis climática, nos exigen llevar en las alforjas para responder a estos retos con altura humana al menos dos provisiones éticas imprescindibles: amistad cívica y amplitud de miras cosmopolita. Desgraciadamente, no damos muestras de habernos pertrechado de ninguna de ellas.

Al parecer no importan los hechos ni las palabras, sino sólo la etiqueta con que se presenta al sujeto.
La amistad cívica es la virtud que une a los ciudadanos de una sociedad pluralista cuando se percatan de que han de cooperar para alcanzar juntos unas metas que es de justicia proponerse. Aunque distintos grupos persigan proyectos diferentes de felicidad, bregar codo a codo por encarnar valores como la libertad, la justicia, la solidaridad o el respeto mutuo es buena muestra de que no somos un agregado de individuos sin orden ni concierto, un conjunto de “yoes” unidos por casualidad, sino un “nosotros” dispuesto a impedir que alguien quede excluido, porque eso es injusto.
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